-Es increíble que tuviéramos que llegar hasta aquí –el muchacho se sentó en la rueda y dejó a un lado su mochila de viaje, la chamarra negra y todo lo que había estado cargando ese día.
-La verdad, no pensé que volveríamos a donde todo empezó –ella imitó a su compañero quedándose solamente con una botella de agua entre las manos.
-Oye Sid ¿Recuerdas cuando veníamos aquí a jugar todas las tardes?
-Si Tad, era divertido venir aquí en aquel entonces
-Pero –estiró los morenos brazos hacia el cielo para relajarse un poco y luego se dejó caer de espaldas con la nuca sobre las manos –también ha sido divertido venir hoy, tú sabes, aunque ya no estén los demás niños y todos ellos.
-Lo admito Tad –ella se acomodó la coleta de cabello rojo intenso que muy apenas le llegaba a donde terminaba el cuello y luego dobló las piernas pegándolas a su torso y poniéndolas sobre el círculo de metal donde habían decidido descansar –es irónicamente divertido haber vuelto, aunque no con las mismas intenciones que cuando éramos niños.
-Míralo de éste modo, no teníamos exactamente una familia, tal vez el orfanato era nuestro hogar pero nunca fuimos tan unidos con los demás…
-Por eso estamos aquí –interrumpió Sid alzando la vista al cielo –otra cosa buena fue tal vez, que no nos recibieron con los brazos abiertos como cuando en un pueblo alguien se va al extranjero y vuelve hecho una persona de mundo.
-Sí, de ese modo no se decepcionaron de saber lo que hacemos –ambos rieron con una gran carcajada de ironía pura.
-Tad, ya empieza la puesta de sol, creo que sería mejor irnos ahora, hemos estado más tiempo del que deberíamos.
-De acuerdo –se impulsó y quedó sentado de nuevo –entonces dejemos de recordar esos días en que éramos niños buenos e inocentes y sigamos trabajando, que hay que ganarnos la vida –el sarcasmo arrebató una sonrisa a Sidney, quien se puso de pie de un salto.
-Concuerdo contigo Tadek –Sidney se puso de nuevo su boina gris, se acomodó los guantes, pasó un cinturón con varios compartimientos alrededor de su cadera y otro lo colocó de manera cruzada sobre el hombro izquierdo. Revisó cada uno de los bolsillos, tomó la chamarra de cuero negra y una mochila que se cargó del hombro derecho.
Tadek hizo casi lo mismo; gorro, guantes, cinturones, mochila, chamarra, se ajustó los tenis y volteó a ver a su amiga.
-Listo Sid ¿Nos vamos ya?
-Por supuesto Tad –la última frase dejó ver un toque de amargura en la voz de ambos. Se pusieron los lentes oscuros y tomaron los últimos objetos que estaban reposando en aquel juego de parque, en un círculo de metal con cuatro tubos que formaba una “L” e iban desde el borde de la rueda de metal hasta un postecillo en el centro.
Tad sostuvo con la mano izquierda una ametralladora PKM cien por ciento rusa y le cargó una cinta de 250 balas para que estuviera totalmente llena de nuevo.
Sid recogió un revólver Smith & Wesson modelo 625, la cargó con balas .44 magnum para que estuviera lista en cualquier momento y miró a Tad.
Caminaron hacia el horizonte como siempre lo hacían después de terminar su trabajo; el cielo se había tornado con matices rojos intensos como el cabello de Sidney, como las pequeñas llamas que aún se veían entre los escombros de aquel pueblo que osaba llamarse ciudad; rojo como las rosas que yacían cortadas, pisoteadas y esparcidas por el piso y que se reflejaban en los claros ojos de Tad; rojo como la sangre que había teñido la fuente principal que ahora se encontraba inerte.
Rojo como el color que sólo dos mercenarios tan fríos y cáusticos podían crear en menos de una tarde.
By: Tary
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