martes, 24 de febrero de 2015

Sigo aquí

Y sigo aquí. Cada noche sigo aquí, entre estas cuatro paredes que a veces se disfrazan de mundo y otras de prisión. ¿Y a quién le lloro? ¿A quién pertenece el grito mudo que se estanca en mi garganta? No a mi padre, buen hombre que peca de optimista. No a mi madre, mujer fuerte que a pesar de los golpes y traiciones mantiene sus sentimiento intactos. No a mi hermano... no a ellos.

Sigo aquí, en espera de reencontrar la esperanza perdida, pensando... sí, pensando en cómo alguien tan joven puede haber perdido la fe en el futuro y contiene un alma tan cansada, como si llevase años vagando por este mundo. Mis brazos se rinden y todavía esperan. ¿De quién es el calor que buscan mis manos? No de mi mejor amigo, muchacho incondicional que tiene sus propios problemas y no quiero molestar con mis lágrimas. No a mi mejor amiga, quien se encuentra lejos y se preocupa por mi bienestar. No a los que juraron estar ahí y ahora he dejado de lado... no a ellos. No hay calor más que el de mis sábanas.

Sigo aquí, ahogándome entre música y dolor, intentando mandar una señal de auxilio o darme la fuerza para levantarme como la última vez. Como hace una semana. Como siempre desde hace años, cuando descubrí que nadie me puede salvar de no ser yo. Y aún así mis ojos siguen buscando a alguien. A algo. ¿A quién busco? ¿Qué busco? No a ese chico que me prometió felicidad con tan sólo tomarme de la mano. No a él, porque no sabe a lo que se enfrenta; nunca le dije que tengo personalidad depresiva y quizá nunca se lo diré, porque tiene sus cicatrices, las vi en sus brazos. No a él... no merece estar triste.

Quizá pertenece a los discos compactos, los cassettes, los discos de vinilo que se amontonan aquí y allá en mi habitación. A las palabras de personas que nunca conoceré pero tranquilizan mi alma, porque dicen "sé cómo te sientes". Lo saben porque son humanos y, quizá no te salvan la vida, pero te dan la fuerza para ir a dormir sin tomar pastillas, para arañar la almohada y no tu piel, para convencerte de que quizá, si el día siguiente no es mejor, por lo menos sus canciones sí van a seguir ahí. Y el día siguiente. Y el siguiente. Y para siempre.

Así, sigo todavía aquí. Sin esperanzas, sin deseos de vida, ya ni si quiera con lágrimas; sin rencor a quienes prometieron estar y se han ido, porque incluso yo los he alejado o me he retraído en mi mundo; sin excusas, fuerzas ni ganas de un tiempo, sólo deseando sobrevivir al momento. Como ayer... como cada noche. Como cada noche, sin ganas de dormir ni saber más del mundo, quizá con ganas de huir pero sin fuerzas para correr, porque no tengo un lugar a dónde ir.

Y sigo aquí. Existiendo. A veces viviendo. Sobreviviendo. Simplemente sigo aquí.

miércoles, 11 de febrero de 2015

No te acostumbres a vivir con el dolor

Conocí a una señora, de esas que el mundo tacha de locas. Le gusta el té y el esoterismo, además de leer y escribir poesía. Yo fui de esas, que en un principio no creía sus palabras, y sin embargo aprendí algo importante: a abrir la mente.

Habla de runas y posee un péndulo de cuarzo y cadena de plata, pero sus infusiones y panecillos ingleses no son lo único que siempre llegará a tiempo, pues parece poder leer tu mirada y te dice exactamente lo que necesitas escuchar, esas palabras que tan sencillas, te hacen entender y su tono de voz... habla de manera certera, pero te hace sentir como cuando tu madre te acunaba por las noches.

Más de una vez me ha dicho aquello que tan bien me ha venido y tanto me ha ayudado. No sé si sabrá ella el poder que tiene, pero cada día logra sorprenderme y hoy, lo ha hecho nuevamente.

Me miró a la cara y se zambulló en mi interior, con esos ojos suyos que son como el universo mismo. Separó los labios, respiró profundo y me dijo: "No te acostumbres a vivir con el dolor".

Hablaba de una lesión, una fisura en mi muñeca derecha, pero al mismo tiempo hablaba de algo mucho más fuerte encajado en mi interior. Ella lo sabía. Yo lo sabía y sólo asentí.

Acostumbrarse a vivir con dolor. Hacerlo parte de ti. En algún momento te olvides de que está ahí y al siguiente lo extrañas. Oh, cuánto daño puede hacer acostumbrarse a algo o a alguien, pero más dañino es no darse cuenta de lo que eso te hace; no te das cuenta, simplemente lo haces parte de ti porque, es inevitable y eso te hace fuerte, no eres invulnerable.

Mentira. Las costumbres no te hacen fuerte, simplemente te hieren.

Pero aquí no acabó la plática, porque antes de cruzar la puerta me habló: "Necesitas dormir. Date un tiempo para ti. Lo mereces". Nunca entenderé cómo es que puede ver tanto quizá la sabiduría de una vida bien vivida y aprendida, pero no pensaré en eso, simplemente confiaré en ella, porque creo que en sus ojos está el universo.

jueves, 20 de noviembre de 2014

El detonante.

"El explosivo tema de la Casa Blanca de La Gaviota ya desplazó de los primeros planos a los normalistas de Ayotzinapa".

Dado que no tengo más qué hacer, me permito expresar mi opinión respecto a los últimos sucesos en el país porque puedo y quiero (uy, qué malota) y de esa manera, disiento con la cita de arriba, expresada en la página de internet del periódico Excelsior.

Sí, sin duda el día de hoy se ha hablado mucho de ello, pero bastó con salir de los memes de internet un momento y ver un pequeño esbozo de la realidad, aquí en la ciudad de Durango, así como lo fue en muchos otros sitios un día tan representativo como lo es el 20 de Noviembre.

Llevo tiempo viendo cómo un país con enorme potencial como México, está estancado en un sin fin de cosas que no tiene sentido mencionar porque ya todos los sabemos (corrupción, pobreza, ignorancia, etc.), y así, pensaba que lo único que necesitaba era algo que lograse hacer despertar a la gente, así fuese una a una, pero que hiciera desconectarse de mentiras a las que estamos expuestos y son el pan de cada día, y finalmente está sucediendo.

Ayotzinapa fue el detonante. Ahora la gente por fin duda y exige, en lugar de sólo aceptar y conformarse. Quizá no logre percibir el alcance total de todo esto, pero no me queda sino esperar y poner de mi parte, porque el verdadero objetivo no se pierda de vista. No es solamente exigir justicia por los 43 desaparecidos y otros cientos de muertos cuyos nombres cayeron en el olvido, sino hacer que esto sea una razón para cambiar las cosas a mejor, aún sabiendo que para que algo mejore, normalmente tiende a empeorar primero; no faltarán los actos irracionales de violencia donde ambas partes utilizan dicho motivo para justificarse, pero me parece que debemos intentar que lo malo no opaque lo bueno,

México, no me dueles, porque finalmente empiezas a despertar de tu letargo.

México, no me cansé, porque las cosas apenas empiezan.

jueves, 6 de febrero de 2014

Importante.

"¿Por qué no nos dejan en paz?, deseaba gritar, pero no lo hizo. Sabía que era un pensamiento infantil, que las guerras y odios del mundo eran demasiado grandes para que ella los comprendiera, y que en el orden del universo su vida no era más importante que la de aquellas polillas y libélulas revoloteando en los haces de luz.

Pero sí soy importante, insistió. Y Sarazal también lo era, al igual que las polillas y las libélulas, y los huidizos escoteros, y las flores estrelladas tan pequeñas y perfectas, e incluso los diminutos bichillos mordedores que, después de todo, solo trataban de sobrevivir".

-Laaini Taylor

lunes, 27 de enero de 2014

La vida o la muerte

"-Las almas muertas solo sueñan con la muerte -dijo el resucitador al emperado-. Los sueños insignificantes son para lso hombres insignificantes. La vida es la que se expande para llenar los mundos. La vida te domina, o la muerte".

-Laini Taylor

El ciclo de la masacre.

"En el ciclo de la masacre, las represalias engendraban represalias, infinitamente".

-Laini Taylor

Matar y morir.

"Érase una vez un ángel y un diablo que se enamoraron y osaron imaginar una nueva forma de vivir -una sin masacres, ni gargantas desgarradas, ni hogueras en las que se quemara a los caídos, sin resucitados ni ejércitos de bastardos, ni niños arrancados de los brazos de sus madres para cumplir su tarea de matar y morir-".

-Laini Taylor.